Ausencia de Vacío

Las ciudades en el mundo tienen sus imaginarios y su identidad creadas por su historia, su cultura y sus tradiciones. Para los visitantes de la ciudad de México, nuestra ciudad es un espacio cosmopolita, colorido y multicultural. Este proyecto artístico informático busca poner en evidencia el contraste entre el imaginario colectivo gozoso y la cruda realidad de la ciudad de México desde una perspectiva iconográfica.

Para realizar esa comparativa empleamos la Inteligencia artificial generativa desde una perspectiva original. En el portal de datos abiertos de la ciudad de México, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México nos permite descargar un archivo con el histórico de las carpetas de investigación que incluye una breve información de cada delito denunciado en la fiscalía desde el año 2014, en este archivo, cada evento contiene el tipo de delito, la fecha, hora, y su geolocalización.

En el portal los números se arrastran

para que la ciudad se abra

y desde allí, cada cifra-eco,

se convierta en un grito que no cesa:

no hay vacío de violencia.


Si agregamos dicha información en un mapa interactivo, nos llevamos una impactante y desoladora verdad. No hay, en la ciudad de México, ningún territorio que no contenga eventos de violencia. La cantidad de denuncias nos permite reconstruir el mapa de la ciudad en sí misma.

El mapa no miente
y se cubre de manchas,

de marcas,

de huellas olvidadas

donde no hay esquina,

ni calle sin su carga,
donde la memoria

sigue su viaje de violencia

insomne, de viaje

sin tregua.

Cada evento de la base de datos contiene únicamente una etiqueta breve del tipo de delito, sin embargo, las situaciones específicas, los nombres, los dolores y las tristezas personales no se conocen, no hay nada humano que se despliegue. En este proyecto, por medio de técnicas generativas se construye un breve relato ficticio sobre el evento para darle un cuerpo y una vida a cada situación, además de generar una pintura digital sobre el evento

La Fiscalía es una sombra

que guarda lo quebrado,
y deja caer las puertas

de un archivo anónimo

donde se recogen las horas

y las fechas de cada crimen,

de cada sombra, de cada revés

(no humano).


Con la finalidad de generar un contraste emocional y una sensación de desconcierto estético, las pinturas e imágenes derivadas de dichos datos se “crean” al estilo de los pintores referentes de la plástica oficial mexicana entre los que destacan, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Frida Kahlo, Manuel Felguérez, entre otros.


Cada denuncia es un latido suspendido,
un dolor que no termina de contarse

apenas el dibujo de un paisaje

roto de ausencias
donde la violencia se despliega como río

sin orillas, ni refugio.


La identidad individual de cada espacio y cultura también es sonora y, a manera de bálsamo sanatorio, los relatos de texto generado son leídos en voz alta por una voz artificial proveniente de los “niños gritones” de la Lotería Nacional. Estos niños son los encargados de leer los resultados de los premios de la Lotería cada semana y su voz fue utilizada para generar la voz sintética que lee el texto generado.

Acompañando la voz de los niños gritones, el proyecto incluye un sonido de fondo de grabaciones de los organilleros que se encuentran distribuidos a lo largo y ancho de la ciudad. Estos “cilindreros” forman parte de lo sonoro permanente de la Ciudad, llegaron a México desde Alemania en el siglo pasado para amenizar parques y plazas, pero, hoy en día, sobreviven en semáforos librando una batalla sonora entre el olvido, la música pregrabada, el caos cotidiano y la limosna. El material sonoro de estas grabaciones es recombinado en tiempo real de manera algorítmica para, desde allí, generar la sonoridad que nos “canta la noticia”.


Este mapa audible

no es más que un cadáver
donde la ciudad entera hace eco,
un mínimo parpadeo de cada marca
donde las voces resuenan,

cilindreras,

a una verdad (ya no callada).

Agregando todos los elementos visuales, sonoros e informáticos, el artista propone una manera de revisitar la violencia urbana, no desde una perspectiva alarmista ni superficial, sino generado un conflicto estético entre la problemática socia, los valores pictóricos históricos tradicionales y, tal vez, el juego como proceso catártico y sanador.